2 de marzo de 2012

Ya estamos otra vez

En España llevamos lustros hablando de hacer una reforma laboral, pues todo el mundo se queja de que tenemos la legislación más rígida de todo el entorno occidental y que es uno de los motivos que nos impide equipararnos con nuestros vecinos europeos. Cuando por fin llega un gobierno que decide coger el toro por los cuernos y acometer esta reforma, ya tenemos la algarabía en las calles.

Si hiciéramos un inventario de todo lo que se ha dicho al respecto, uno de los aspectos más curiosos es que parece ser que nadie se ha leído el texto del proyecto de ley, por cuento numerosos aspectos ahora muy criticados ya venían recogidos en el Estatuto de los Trabajadores, norma que lleva más de treinta años en vigor y ahora nos enteramos que no está tan bien. Por otro lado, no deja de ser gracioso que nuestras organizaciones sindicales se obstinen en defender esta legislación laboral, heredera directa de la legislación laboral franquista, en unas circunstancias totalmente opuestas a lo que se vive ahora. Tanta memoria histórica, y se vuelve a aquella frase tan socorrida de “el 18 de julio, todos fascistas” cuando se quiso suprimir la paga extra que conmemoraba esa fecha.

No es una situación agradable y todos podemos vernos afectados en cualquier momento, pero de ahí a resaltar exclusivamente los aspectos más negativos es un ejercicio de pequeñez intelectual inaudito. Para quien quiera oírlo, todos los miembros del gobierno central ya han dicho que es un paso necesario, que no es una solución inmediata pero que como todo cambio necesita tiempo. Lo que ya resulta esperpéntico es que ciertas fuerzas políticas y sindicales sigan criminalizando al tejido empresarial de todos los males con el pretexto de que se van a producir despidos masivos. No merece la pena rebatir semejante dislate a quienes parece ser que no se han enterado de que el muro de Berlín cayó hace más de veinte años.

Y no pasaremos por alto la iniciativa oportunista e irresponsable de nuestro equipo de gobierno municipal, proponiendo una moción en contra de esta reforma laboral. Además de meterse en competencias que le son totalmente ajenas y alejadas de lo que sería la labor de un Ayuntamiento, no deja de ser llamativo que ahora vengan con estas, cuando en los tres últimos años han permanecido callados y modositos ante la que estaba cayendo en toda España. Ya se sabe que la política hace extraños compañeros de viaje, pero es algo nuevo que además obnubile la vista de algunos. Por no hablar de la inaudita aportación de L’Altraveu en el último pleno respecto a la no aplicación de la reforma laboral en Castellar. Las críticas siempre son necesarias, y más si aportan mejoras a lo que se proyecta; pero ocurrencias de este tipo sólo producen, en el mejor de los casos, sonrisas de compasión.

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