23 de julio de 2012

Tiempos de crisis

Acabamos de vivir la semana más complicada de los últimos meses, en la que el gobierno central ha tomado una serie de medidas económicas de amplio calado en toda la sociedad y que no vamos a reiterar ahora. Desde esta humilde columna se ha dicho en repetidas ocasiones que se avecinaban tiempos duros, y aquí tenemos una muestra.

La reacción de disgusto ante esta nueva situación es perfectamente comprensible. Que a todos nos toquen el bolsillo, y a unos más que a otros, produce una sensación de enfado muy evidente. Tener que actuar en contra de las propias convicciones de uno tampoco es que resulte un ejercicio agradable. Y comprobar que el margen de actuación en el mundo globalizado en el que nos movemos es cada vez más estrecho causa una cierta desazón. Porque, vamos a ver, ¿realmente alguien en su sano juicio se cree que a este gobierno disfruta tomando estas medidas claramente impopulares? Empieza a ser hora de ponernos serios en este tema. No era esta la intención del PP cuando accedió al gobierno de la nación hacer nada parecido, pero había que darse un baño de realidad y comprobar que la Unión Europea implica ciertas obligaciones que a alguno le tocaba cumplir y que otros por desidia o irresponsabilidad no hicieron. Y en estas llegaron las elecciones del 20 de noviembre.

Reiterar una vez más el tema de la herencia recibida no viene al caso, por coherencia con notas de opinión anteriores y porque resulta demasiado evidente. Por ello, llama poderosamente la atención que quienes debieran guardar un pudoroso silencio pretendan ahora tomar la calle aprovechando el revuelo ocasionado. Es decir, apagar el fuego con gasolina; o mejor aún, que apague el fuego el pirómano. Suerte que iban a hacer una oposición responsable, que si no …. Por no mencionar a quienes hablan de declarar persona non grata a alguien, confundiendo la democracia y la libertad con el despotismo y la ignorancia. Y es que algunos llevan en el pecado la penitencia.

Es de esperar que, tras la tempestad, llegue la calma. Creer que con el cambio de gobierno se iba a dar la vuelta a la situación era demasiado ingenuo, y desde el principio se está afirmando por quienes gobiernan que aún nos quedan unos meses realmente duros. No hay brotes verdes, pero tampoco debe perderse la esperanza. De más difíciles hemos salido, pero remando todos juntos en la misma dirección. Atrincherarse tras la pancarta causará mucho revuelo, pero soluciones no aporta ninguna, y es hora precisamente de eso, de soluciones.

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